Vida, música y muerte, un baile que hay que tocar

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A menos de una semana para celebrar sus 81 años de vida, Manuela Josefa Cabrera Taveras, mejor conocida como “Fefita La Grande”, continúa desafiando los estereotipos con su inquebrantable amor por la música, su vitalidad y su inconfundible jocosidad folclórica.

“Dios no me va a mandar a buscar ahora”, exclamó con un toque de humor, justo en el momento que autoridades del ayuntamiento de San Ignacio de Sabaneta, le hacían entrega de su certificado de aportación, para reservarle un espacio en el cementerio “Luz de la Eternidad”, ubicado en la provincia que la vio nacer, Santiago Rodríguez.

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Aunque el hecho ha suscitado reacciones diversas, la “Gran Soberana”, como se hace llamar a raíz de la obtención del Gran Soberano el año 2016, lejos de aceptar su partida física como un triste final, reconoce que la muerte es una transición natural que, requiere sentido de responsabilidad, y no tiene por qué restarle entusiasmo a la vida.

Su actitud optimista es un recordatorio de enfrentarse a las vicisitudes con carácter, viviendo el presente con alegría, como el género musical que ella interpreta.

Preocupada, porque quiere dejar los detalles de sus honras fúnebres preparados, en su agenda reposan unas líneas que algunos podrían tildar de “escalofriantes”, al ser consciente de que su última morada será en un camposanto que ella misma eligió.

“A petición de nuestro ícono internacional Fefita La Grande, hemos decidido entregarle un certificado de aportación, donde ella va a tener su nicho, su mausoleo o panteón. Es una petición de ella”, recalcó la Alcaldía de esa comunidad, al hacer la atípica entrega a la intérprete, que agradeció el gesto de parte de autoridades.

Legado

A Fefita, la música y sus hijos les han dado su mayor satisfacción. Desde muy temprana edad comenzó a interesarse por la música, practicando tocar el acordeón dentro del taller de su padre. Fue motivada a tocar ese instrumento musical tras la influencia del cancionero de su época y uno que otro pionero del merengue típico.

A los siete años ya era conocida en la música, su talento como acordeonista le permitió desde ese entonces amenizar fiestas, tanto dentro como fuera de su comunidad, y el nombre de “La vieja fefa” se lo puso el músico Tatico Hernández cuando tenía 17, pero fue Bartolo Alvarado “El Ciego de Nagua”, quien la bautizó con el pseudónimo de “Fefita La Grande”.

Pero el sobrenombre de “La Mayimba, uno de los más llamativos, empezó a ser utilizado a principio de los 80.

Su carisma y jocosidad, tanto sobre como detrás del escenario, le permitió a “La Vieja Fefa” llevar su “Chiflera” y “Vamo a hablar inglés” a Europa, dándole el sello distintivo de ser la primera merenguera en tocar música típica en el Continente Europeo, donde según su biografía tiene una fanaticada importante.

Alegría y cultura

Fefita La grande, más que una embajadora musical que se ha mantenido en vigencia durante casi cinco décadas, sin importar los cambios de la industria, es un ícono que merece ser protegido y valorado por todos, mientras deseamos que siga deleitándonos en salud con su música.



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