Nalini Campillo quería ser oftalmóloga

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Nalini Campillo es una médico especialista diabetóloga, nutrióloga, especialista en cuidado de heridas, úlceras y pie diabético. Conocer su historia de como se especializó en pie diabético, es algo que ella se siente muy orgullosa de contar.

Sus inicios como médico

En una entrevista para El Nacional, con motivo de la conmemoración este 8 de marzo del Día Internacional de la Mujer,  la doctora Campillo, recordó cómo fueron sus inicios en esta especialidad que a la fecha, le ha demostrado que su elección no fue equivocada, sino su mejor decisión.

Campillo expresó que en la década de los 90, en República Dominicana la especialidad de diabetología estaba en pañales.

Recuerda que cuando tomó la decisión de escoger esta especialidad, con la certeza de que era lo mejor para ella, sus padres y el doctor Jorge Hazoury, quien ya era el segundo hombre en una posición de poder, le había recomendado no ejercer la profesión.

Comenta que cuando le dijo a su padre que quería estudiar medicina, desde el amor y la preocupación por las grandes demandas de una profesión que conocía por ejercerla, su respuesta fue sugerirle enfocarse en una vida familiar, al igual que su madre, quien le recomendó hacer un secretariado bilingüe.

Nada de esto la detuvo, Nalini era de las que en el recreo del colegio se quedaba en la biblioteca para así adelantar las tareas y tener más tiempo para jugar en la tarde; Era una de las que devoraba las páginas de las novelas de Julio Verne buscando aprender de otros mundos.

Ella ya se conocía, y sabía que esa sed de conocimiento y esa disciplina innata le iban a permitir alcanzar esa diana. Años después, el título de la Universidad Iberoamericana UNIBE, le dio la razón. Había obtenido una plaza en Oftalmología, una de las carreras más competitivas en el Hospital Escuela del Instituto Nacional de Diabetes, Endocrinología y Nutrición (INDEN), a donde apenas entraban dos médicos por año.

La doctora Campillo descubrió su vocación por esta especialidad, en una de sus rotaciones por Emergencias, allí se encontró con uno de los pacientes más comunes del Instituto Nacional de Diabetes, Endocrinología y Nutrición: una nonagenaria diabética alarmada por el hecho de que estaba a punto de perder el pie.

Nalini, impactada por el fétido olor que emanaba y los gusanos que se estaban comiendo sus tejidos, dedicó momentos robados, tal cual lo hacía de niña, en la biblioteca del colegio a investigar sobre cómo tratar y prevenir el pie diabético.

Disciplina, la clave de la prevención

Este hecho le pareció reconfortante encontrarse, del otro lado, con una acompañante de toda la vida: tal infección extrema, entendió, se evitaba con disciplina. 

Esta especialidad estaba hecha para ella. Le pidió al doctor Hazoury un traslado. Eran los finales de los 90 y él, viendo una rama profesional que apenas estaba iniciando en el país, le recomendó irse por lo seguro… pero acordó darle un mes de prueba. Al cabo de ese período, la entrega que vio en la doctora Campillo, le dejó convencido.

Desde ahí, su trabajo como diabetóloga se enfocó en hacer el manejo de la enfermedad posible dentro del contexto de la idiosincrasia dominicana. «El primer contacto con la nutrición la tienes con las abuelas y las mamás que te dicen que no les dejes nada en el plato», explicó.

«Eso está mal, porque hay porciones para todo… pero lo que nos llevamos de eso es que comer mucho es un placer». Comprendió que la clave estaba en no predisponer al paciente a pensar que tenía que eliminar esos placeres de su vida, sino a manejarlos con auto-control.

«Hay gente que dice que no se ensucia la boca por un mango… ¡sino que se come 12!», recuerda riendo.

«Mi reto es llevarlo a media docena, porque entendí que entre los latinoamericanos no podemos reducir el placer por el gusto de la comida, porque no va a funcionar. Y que no sea una dieta, sino un compromiso para toda la vida», indicó.

Guías mundiales

Esta comprensión cultural la llevó a un escalón que, hasta ahora, solo ha alcanzado una persona dominicana: la co-autoría de un capítulo de las guías mundiales del pie diabético, un proyecto que reúne cada cuatro años en los Países Bajos al Grupo de Trabajo Internacional sobre el Pie Diabético, un colectivo global de diabetólogos investigadores.

Se enteró sobre el trabajo de los miembros del grupo, quienes recomiendan las mejores prácticas de tratamiento por región, mientras estudiaba Podiatría en San Antonio, Texas. Asistió a un congreso del organismo en Panamá y se acercó interesada.

En su sed de aprender más por el tema, le asignaron la revisión de estudios de las islas del Caribe; realizando investigación de campo en Trinidad y Tobago se dio cuenta de cuán diferentes, pero cuán similares eran las culturas de dos países tan cercanos.

«Algo tan sencillo como no bañarnos en los charcos que hace la lluvia cuando tenemos calor, porque están contaminados de la basura de la calle, puede evitar una amputación», concluyó.

Tras años de estudiar publicaciones e indicar hallazgos y mejoras, pasó a contribuir en capítulos aislados, hasta que en la última edición de la guía fue la co-autora de un capítulo completo. «No me desesperé, porque yo sabía que para escribir un capítulo tienes que ser muy buena… pero yo sabía que yo soy muy buena», rememoró.

«Ellos me dieron la oportunidad de ir creciendo, y me di cuenta de que esa disciplina valió la pena: pasé de ser ayudante a protagonista», expresó.

Guías realistas

La doctora Campillo representa la región de América Latina ante el Grupo de Trabajo. Ahí se encarga de aterrizar las recomendaciones según las realidades de cada nación de la región. «Por ejemplo, un apósito que allá cuesta cinco euros puede costar aquí dos mil pesos… y entonces no tiene sentido decir que voy a utilizarlo», razona.

Gracias a especialistas como ella, las mejores prácticas globales se adaptan a las posibilidades nacionales y eso ha repercutido en las esperanzas de salud sostenible de miles de dominicanos con diabetes.

ADN de la medicina

 Campillo explicó que es la segunda hija del matrimonio compuesto por Miguel Ángel Campillo Llibre y Aleyda María Vilorio Paulino, quienes cuentan con más de 50 años de casados y aun contando.

La vocación y amor por la medicina también lo llevan en la sangre sus hijos Jorge Manuel y Rudy Miguel ambos médicos y actualmente formándose en sus especialidades, mientras que el tercero Cristian Daniel, se instruye en negocios internacionales.

Explicó que el ADN de la medicina viene de su padre quien es médico, «de él aprendí a servir a la comunidad, por encima del lucro personal . Desarrollé el gusto por trabajar con personas y al lograr esta meta, me hizo entender que  podía contribuir a la mejora de la sociedad. Durante este trayecto, encontré valores tan arraigados, que me tatuaron  para siempre», dijo.

Visiblemente emocionada al preguntarle si ¿soñaba con ser médico?, rápidamente respondió que siempre. Añadió que, «Nunca me he visto  ni me veo hoy en día, en otra profesión . Es más, si me preguntas ahora mismo , qué cosa haría si dejara de ser médico , simplemente respondería: no sé».

A las mujeres: jamás abandonen sus sueños

Campillo le dice a las mujeres que tienen sueños que cumplir que jamás lo abandonen y que sean agradecidas por todo lo que le pasa en la vida. «Sé agradecida por todo aquello que pasó, te gustara o no, porque has forjado tu carácter, te ha hecho quien eres. Jamás abandones tus sueños, te ayudan a crecer como persona. Pero más aún agradece  por lo que viene, eso es tener fe. El presente es y siempre será tu mayor regalo, por eso se llama presente. Vive! La vida es ahora!»

Apunte

La historia de Campillo junto a la disciplina, dedicación, innovación y compromiso de otras dominicanas está detallada en el libro “Dominicanas que hicieron el Switch en la Salud”, un proyecto desarrollado por la agencia Switch Havas.





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