Santo Domingo.- Un embarazo complicado pero muy deseado parecía ser un sueño casi hecho realidad, hasta que, con seis meses de gestación ese proyecto se desvaneció, y sin tiempo para procesar su duelo, la nueva batalla ahora era conservar su propia vida.

Con apenas 35 años, y en la cama de un hospital por la pérdida reciente de su bebé, Rosa Méndez sintió un bulto extraño en su seno izquierdo y como médico no tardó en alertar a su doctor de lo que estaba segura, no era producto de un cambio hormonal.

“Tenía tres días de una segunda intervención producto de la cesárea cuando me indicaron que debía hacer una nueva biopsia, pese a que mi último rastreo había sido tres meses atrás”, contó mientras explicaba que, por su historial hormonal, acostumbraba a hacerse sus chequeos de mama y ovarios con regularidad.

Diez días después, el diagnostico arrojó un ductal infiltrante grado tres que avanzaba de forma acelerada, lo que, sumado a su estado físico por los múltiples tratamientos hormonales para el embarazo, no permitirían una intervención oportuna. Había que esperar.

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Así empieza Rosa a narrar cómo ha sido su vida desde hace cuatro años, y aunque apenas es el inicio de un testimonio cargado de batallas, es admirable el optimismo y la seguridad que acompañan su personalidad en todo momento.

“Ya yo había pasado por el impacto del diagnóstico de mi papá (cáncer de colon), que para mí ese fue devastador, cuando llegó el mío ya yo estaba preparada, porque mi papa luchó como un campeón y yo viví esa experiencia con él”, cuenta con un dejo de tristeza en su voz sin perder la elocuencia de su relato.

Y es que escuchar a Rosa rompe los esquemas, a pesar de que no contaba con muchas esperanzas a las cuales aferrarse, optó por no esperar e iniciar de inmediato con su tratamiento, lo que implicó un aislamiento total, “encerrándose en una burbuja” siendo su esposo la única compañía.

“Mi vida cambió por completo. Fue difícil dejar de dar clases, dejar de ir a mis tres trabajaos, de convivir con mi familia, de acompañar a mi papá en su proceso y a mi mamá con su diabetes para dedicarme sola y exclusivamente a mí”, sostuvo al dibujar con palabras el cambio drástico al que se estaba sometiendo como única opción.

Y así, un día como hoy, 19 de octubre del año 2018, Rosa llegó al Instituto Nacional del Cáncer Rosa Emilia Sánchez Pérez de Tavares (Incart) en medio de la conmemoración de la Lucha Contra el Cáncer de Mama, para recibir su primera quimioterapia.

Un 19 de octubre del año 2018, Rosa llegó al Instituto Nacional del Cáncer Rosa Emilia Sánchez Pérez de Tavares (Incart) en medio de la conmemoración de la Lucha Contra el Cáncer de Mama, para recibir su primera quimioterapia.
Día en que Rosa recibió su primera quimioterapia. 19/10/2018

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Ese primer ciclo, según cuenta, fue un proceso largo en el que presentó muchas crisis y recibió 22 quimioterapias antes de que le pudieran hacer la mastectomía, pero aún no podía cantar victoria.

“Con el tratamiento el tumor había sido debilitado, luego, cuando se pausó la quimio para programar la cirugía, resurgió y tuve que ir a cirugía de emergencia”, dijo como una prueba más en medio de su lucha.

Meses después, una segunda recaída la sorprendió echando para atrás el próximo paso que era su reconstrucción mamaria; y devolviéndola al inicio, las quimioterapias.

“Tuve que volver a quimioterapia. En esta me tocó otro tratamiento muy agresivo, con medicamentos experimentales y sin coberturas, pero los médicos me dijeron que era mi única opción”, relata sin dejar de agradecer a Dios por abrir puertas que le permitieron costear el nuevo y costoso tratamiento.

Un propósito

Sin embargo, con 39 años de edad, hoy Rosa describe su batalla contra el cáncer como el proceso que la ha hecho más fuerte de lo que ella misma pudo imaginar, descubriendo en el proceso el propósito que Dios había escrito para su vida.

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Rosa Méndez

“Todas las noches le preguntaba a Dios, cuál era ese propósito y lo fui hallando en el transcurso del proceso, acompañando a mis amigas, respondiendo a muchas preguntas que los pacientes tienen y que no reciben de su médico o no entienden las explicaciones que les dan y se acercaban a mí porque sabían que soy médico y podía explicarles también”.

Así se fue familiarizando con la comunidad oncológica, conociendo otras mujeres, otras historias, y su motivación para con los demás, aun siendo paciente le permitió “descubrir el propósito del por qué” el cáncer tocó su puerta y se alojó en su cuerpo.

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Rosa junto al sostén que confeccionó para la exhibición «Sosteniendo la esperanza» que lanzó el Incart este mes de octubre 2022.

“Me satisface ver que hacen caso con una explicación, que comprenden cuando yo se los explico, cuando veo el cambio en ellas, eso para mí no tiene precio”, enfatizó con emoción.

“Entendí que tengo que motivar a otras, que vean que sí es posible. Debemos crear empatía con las personas que están viviendo esto y con los que están con ellos”, exhortó.

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En ese sentido, destacó la importancia de mantener una actitud positiva en medio de la enfermedad, sin importar las adversidades y complicaciones que se puedan presentar por la enfermedad o factores externos a ella.

Al respecto, Rosa también contó sobre la importancia del acompañamiento y de cómo logró mantener sus emociones en control a pesar de sus recaídas, las pérdidas que afrontó y otras batallas que se añadieron a su lucha. Por ello te invitamos a seguir leyendo la continuidad de esta historia mañana jueves.





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